Entre los endodoncistas existe un consenso generalizado de que la preparación mecánica del conducto radicular (preparación mecánica, químicomecánica o biomecánica) es una de las etapas más importantes de la cirugía endodóntica.
Es durante la preparación mecánica que, con el uso de los instrumentos endodónticos y ayudados por productos químicos, será posible limpiar, conformar y desinfectar el conducto radicular y, de esa forma, tornar viables las condiciones para que pueda obturarse.
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Para comprender los objetivos del conjunto de procedimientos que constituyen la preparación mecánica, es preciso recordar que los tratamientos
endodónticos radicales son dos: pulpectomía (o biopulpectomía) y tratamiento de los dientes con pulpa mortificada (o necropulpectomía).
En las pulpectomías, la pulpa se encuentra viva pero debe removerse cuando, en la gran mayoría de los casos, estuviera alterada en forma irreversible como consecuencia de un proceso inflamatorio, inducido por la presencia y la acción de bacterias y sus productos.
En otras circunstancias, agentes físicos (por ejemplo, traumatismos) o químicos (por ejemplo, ácidos) pueden dañar de manera irremediable el tejido pulpar, lo que torna necesaria su remoción total.
Aún en el caso de pulpas vitales con inflamación intensa como consecuencia de la infección, los microorganismos en general se encuentran confinados en la porción más superficial del tejido pulpar, sin contaminar el tejido del interior de los conductos radiculares.
Esta comprobación científica tiene como consecuencia dos premisas importantísimas en relación con las pulpectomías:
1. La observación de los principios de asepsia y antisepsia durante el tratamiento es fundamental; con estos, será posible evitar que los microorganismos alcancen la intimidad del sistema de conductos radiculares.
En las pulpectomías no hay que preocuparse por eliminar la infección, sino por prevenir la contaminación.
2. Desde el punto de vista biológico, la pulpectomía es un tratamiento simple. El tejido pulpar se elimina y el conducto radicular vacío, limpio y conformado se obtura con un material –biológicamente aceptable– que proporcione un sellado tridimensional. En consecuencia, el porcentaje de éxitos es muy elevado.
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El tratamiento de los dientes desvitalizados se realiza cuando hay mortificación de la pulpa, sus células están destruidas y sus estructuras comprometidas de manera definitiva.
Gran número de especies bacterianas se aloja en el sistema de conductos radiculares, inclusive en el interior de los túbulos dentinarios y, en ciertas situaciones, hasta repercute en los tejidos perirradiculares.
En estas circunstancias, el tratamiento tiene por objetivo combatir la infección y, por consiguiente, existe la necesidad imperiosa de eliminar los microorganismos que la causaron. Esta tarea no siempre es fácil.
La compleja anatomía del sistema de conductos radiculares, con muchos conductos secundarios, e incluso la característica tubular de la dentina proporcionan innumerables rincones propicios para el desarrollo bacteriano, difíciles de alcanzar por los procedimientos endodónticos.
Esta dificultad y otras que se citarán oportunamente determinan un menor porcentaje de éxitos en relación con las pulpectomías, lo que impone mayor preocupación en estos tratamientos.
En síntesis:
En los casos de pulpectomía, la preparación del conducto radicular busca la remoción del tejido orgánico y la creación de condiciones morfológicas y dimensionales para que se pueda proceder a una obturación correcta.
En los dientes con pulpa mortificada, además de remover los restos tisulares, dar forma y dimensiones, le cabe también a la preparación la responsabilidad de eliminar o reducir la cantidad de microorganismos presentes en el sistema de conductos radiculares.