La resistencia bacteriana es un problema de salud pública mundial y el odontólogo juega un papel fundamental dentro de la prevención y vigilancia para el uso responsable de los antibióticos.
La microbiota oral conforma un ecosistema que incluye una amplia diversidad de microorganismos simbiontes, comensales, y oportunistas patógenos.
El balance entre estos es esencial para mantener la salud oral y sistémica, de modo que alrededor de unas 700 especies deben mantener un hábitat equilibrado, o de lo contrario, dar cabida al predominio de entidades infecciosas.
Se ha encontrado que la estabilidad estructural del biofilm, sumada a la gran proximidad entre las células bacterianas, constituye un medio ideal para la transferencia genética horizontal, y a su vez, podría conllevar a la transmisión de características antibiótico-resistentes entre los microorganismos.
Los estreptococos orales se encuentran dentro de la microflora bucal normal, y pueden formar parte del ecosistema sin inducir a la formación de patologías.
Sin embargo, pueden actuar como reservas genéticas en la transferencia de genes de resistencia para bacterias que ingresan en forma transitoria a la cavidad oral.
Algunas investigaciones in vitro han reportado la adaptación fenotípica de colonizadores tempranos del biofilm con el uso de antisépticos como el Gluconato de Clorhexidina y Cloruro de Cetilpiridino luego de múltiples exposiciones a estas sustancias en concentraciones subinhibitorias.
Barrientos et al. (2015) instan al gremio odontológico a percatarse de que, al tener la posibilidad de prescribir antibióticos dentro de la consulta diaria, se convierte en una pieza esencial dentro de los esfuerzos globales por controlar y disminuir la resistencia antimicrobiana.
La resistencia bacteriana es un fenómeno que lleva años en desarrollo y de no ser manejado en forma oportuna y eficiente, no solo podría poner en riesgo el éxito de diversos tratamientos odontológicos, sino incluso la vida de nuestros pacientes.