En los últimos años, la carga inmediata ha ganado muchos adeptos y, a pesar de los resultados conflictivos, hay una gran cantidad de trabajos que apoyan su utilización.
A finales de los años 60, surgió el concepto de osteointegración, a partir del cual Branemark desarrolló un protocolo empírico, en el que se debería esperar un periodo de entre 6 y 8 meses para la cicatrización de los tejidos duros y blandos después de la extracción dental.
La colocación de los implantes se consideró como la mejor forma de reponer los dientes perdidos restableciendo a estética y función perdidas, pero el largo tiempo de espera tuvo un impacto negativo en la vida de los pacientes.
Es comprensible que las demandas del paciente para una actuación terapéutica más rápida y cómoda, hayan estimulado a los investigadores para ensayar nuevos protocolos que acorten y simplifiquen el tratamiento con implantes.
Actualmente, existen algunos tratamientos que se proponen e incluyen profundas modificaciones del protocolo inicial, como es el caso de la carga inmediata, hecho biofísico de someter a cargas masticatorias funcionales, uno o varios implantes en las primeras 24 horas de su implantación, sintetizándose de esta forma la etapa quirúrgica y protésica en una sola sesión de trabajo.
A finales de la década de los 70, Schulte et al. describieron la técnica de la inserción de los implantes dentales inmediatos posextracción que, hasta el día de hoy, sufre una importante evolución debido a los nuevos materiales de regeneración, nuevas superficies de implantes y protocolos quirúrgicos bien definidos.
En el año 1979, Lederman publicó los primeros estudios sobre carga inmediata en implantes dentales.
Ferulizaba cuatro implantes intermentonianos con una barra y colocaba una sobredentadura en el mismo día de la intervención. Sin embargo, este tratamiento no se realizaba de forma protocolizada.
Los protocolos implantológicos iniciales contraindicaban la carga inmediata, pues consideraba siempre necesario posponer la carga de los implantes dentales durante un periodo que oscilaba entre los 3 y 6 meses posteriores a la colocación de los mismos.
Afirmaban que el trauma quirúrgico, junto con la carga inmediata del implante, provocarían el desarrollo de un tejido cicatricial en la interfase hueso-implante.
De hecho, estudios en la literatura ortopédica han demostrado el papel de la macromoción en la diferenciación de tejido alrededor de implantes endoóseos colocados en la metáfisis de huesos.
En los mismos, el macromovimiento induce tejido fibroso que se interpone entre la superficie del implante y el hueso.
Por ello, la estabilidad primaria y posponer la carga aproximadamente de 3 a 6 meses, ha sido considerado durante años "conditio sine qua non" para conseguir la oseointegración de los implantes dentales.
Estudios experimentales posteriores, como los realizados por Sagara, Zubery, Piatelli, Romanos, invalidarían esta afirmación.
Algunos autores atribuyen el éxito de esta técnica a una adecuada selección de los pacientes y un riguroso protocolo quirúrgico.
Su principal ventaja es la reducción del tiempo de tratamiento debido al menor número de actos quirúrgicos, suponiendo una gran ventaja psicológica para el paciente ya que, en el mismo momento de realizar la extracción, se inserta el implante y se rehabilita protéticamente.
Además, la fase de cicatrización ósea ocurre al mismo tiempo que la osteointegración.
En los últimos años, la carga inmediata ha ganado muchos adeptos y, a pesar de los resultados conflictivos, hay una gran cantidad de trabajos que apoyan su utilización.
Para algunos autores, la carga inmediata no es responsable de afectar en la osteointegración de los implantes siempre que la interfase hueso-implante sea adecuadamente tratada.
Los micromovimientos no afectan a la oseointegración siempre que estén comprendidos entre 50 y 150 μm.